jueves, 29 de marzo de 2012

¿Será la solución?


  Es sabido que las células no sólo pueden “suicidarse” cuando algo va mal (apoptosis), sino que también pueden sufrir autofagia, que significa más o menos eso: comerse a uno mismo.
   Durante la autofagia se forman  vesículas de doble membrana llamadas autofagosomas que capturan material citoplasmático y lo transportan hasta los compartimentos acídicos (vacuola en el caso de levaduras o lisosomas en el caso de células de mamífero), donde son degradados por enzimas hidrolíticas. Una vez que los autofagosomas se han fusionado con los lisosomas, las vesículas resultantes (ya de membrana simple) pasan a denominarse autolisosomas. En mamíferos, la autofagia es un evento constitutivo que regula crecimiento celular, desarrollo y homeostasis. Mientras que en levaduras, la autofagía es inducida bajo condiciones de estrés celular, tales como falta de nutrientes, incremento de temperatura o estrés oxidativo. Los estudios más recientes apuntan que la autofagia, además de constituir un proceso reparativo, está implicada en fenómenos de muerte celular.


  La autofagia se ha relacionado con proliferación, diferenciación y  respuesta inmune contra patógenos, cáncer, apoptosis y recientemente se ha propuesto como una herramienta que permite a la célula obtener energía, ácidos grasos y aminoácidos permitiendo su supervivencia en condiciones adversas.
  La autofagia tiene lugar en las células de cualquier organismo vivo, aunque tiene una importancia especial en ese milagro de la vida que son los insectos que sufren metamorfosis completas, como los 'gusanos de seda' (en realidad no son gusanos, sino larvas) que todos hemos tenido de pequeños. Cuando la célula carece de nutrientes, aumenta la tasa de autofagia y la célula obtiene energía de sí misma. En ocasiones especiales, una célula entera puede destruirse a sí misma por autofagia.
  Desde hace tiempo se sabe que los tumores son incapaces de llevar a cabo correctamente el suicidio celular, de ahí que una de las formas de combatir el cáncer sea restaurando la apoptosis. Existen datos que sugieren que la autofagia frena el desarrollo del cáncer, pero también se podría producir el efecto contrario. Algunos científicos sostienen que, mediante la autofagia, las células cancerosas se desembarazan de proteínas y restos celulares que pudieran resultarles letales y, de este modo, consiguen sobrevivir. Al contrario, otras investigaciones parecen apuntar a que sólo desactivando el mecanismo de la autofagia es capaz la célula cancerosa eludir su muerte y seguir multiplicándose.

Por eso, investigadores franceses implantaron bajo la piel de ratones de laboratorio células cancerosas y trataron los animales con quimioterapia. Cuando las células tumorales eran capaces de sufrir autofagia, la quimioterapia hizo que las células -al ser destruidas- liberasen una molécula que potenció la acción del sistema inmune del animal contra el tumor. En cambio, cuando los tumores eran incapaces de llevar a cabo autofagia, no se observó ese ataque del sistema inmunitario.
Esto nos ayuda a entender por qué la autofagia puede afectar de modo distinto al crecimiento de los tumores, y además identifica una molécula clave en este proceso.

  Una empresa valenciana dedicada a la investigación biotecnológica contra el cáncer, Bioncotech Therapeutics, buscaba un refuerzo para la quimioterapia en los casos de canceres agresivos. Finalmente, han desarrollado un fármaco que destruye las células cancerígenas mediante la autofagia sin afectar al resto de las células del organismo.
Los ensayos clínicos en humanos con este fármaco comenzarán en el año 2013. Este fármaco ya ha demostrado ser  efectivo en distintos tipos  de cáncer en animales.


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